Sé que ando siempre nombrando maletas que nunca cierro, siempre.
Sé que digo adiós y nunca pronuncio la "S"...y no solo es por mi acento, sino porque no tengo el valor de terminar esa palabra. También, sé que siempre me sugestiono con cualquier ridícula idea, para olvidar el anterior paso que dí.

Sé que me tengo que ir, y por eso mismo lo hago. Porque no tengo un maldito cuento que no acabe..., que reaparezca en mitad del cuento cuando se aproxime al final. Ni un faro desde el que cambiar el rumbo, con una luz que impacte de pleno en su trayectoria. Lo que si conocí, fue aquel cuento, lo tuve en mis manos, y eso que  nunca me había llamado la atención leer. No sabía, ni siquiera, lo que era imaginar cada párrafo y casi leerlo en 'braille' cuando se erizaba la piel, pero sabía que podía despreciar el sentido de la vista mientras lo hacía.

Nunca quise, y siempre, terminé respetando que cerraras aquel cuento, para que así pudiera dormir, para que tuviera fuerza mañana y para que los pétalos que dejaste en la última página, tuvieran tiempo de secar y no llegaran a viejos.

Era como en la película, uno lleno de ventajas.
Por eso, no voy a tratar de explicarme ni una sola mentira más. Ni una sola.
No tiene sentido que lo haga.

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