Ayer solo me apetecía estar en la playa,
ver como se cabreaba el mar
y lo pagaba con la orilla...
Congelar los segundos de viento,
y guardarlos,
para ganarlos de otro modo.
Me moría de ganas.
Tanto de estar allí,
como de que me advirtieran
que mis pestañas se estaban peleando.
La de villa arriba con la de villa abajo,
no se soportan,
fue todo un descubrimiento.
No pudo ser,
pero ya habrá más días con una cara parecida casi igual.
Casi igual.
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